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Un día como hoy, 13 de noviembre, pero hace 267 años, nació Valentín Haüi, un filántropo francés que comprobó que las personas ciegas podían estudiar y dedicarse a laborar decentemente en diversos oficios.
La gran sensibilidad humana de Valentín Haüi fue lo que lo condujo a crear para ese sector de la población las condiciones necesarias para su educación y el desempeño de un puesto de trabajo digno.
Él apostaba al hecho de que los sujetos ciegos podían ser educados, los creía capaces de ser alguien y de hacer algo, les proporcionó cultura adaptada, algo que hasta entonces era inusual.
A continuación comparto una breve biografía de este personaje, que sin lugar a dudas, es el pionero en la educación e inserción laboral de las personas con discapacidad visual.
Valentín Haüy nació el 13 de noviembre de 1745 en Saint Just-en-Chaussée, a unos 70 kilómetros al norte de París.
Fue un personaje de una rica cultura en el ámbito de las letras: hablaba perfectamente diez idiomas y tenía un profundo conocimiento del latín, el griego y el hebreo. Eso le permitió en 1786 ser nombrado Intérprete del Rey, del Almirantazgo y del Ayuntamiento de París. También fue reconocido como paleontólogo y profesor de caligrafía, materia de la que dirigía una escuela.
Se cuenta que en 1771, paseando por la plaza de Luis XV de París, hoy plaza de la Concordia, vio con desagrado, cómo un grupo de sujetos ciegos, andrajosos y con gafas oscuras, acogidos en el asilo Quinze-Vingt, fundado en 1269 por Luis IX (San Luis, Rey de Francia), mal tocaba en la calle unas piezas musicales para ganarse, con las burlas y el desprecio de los transeúntes, alguna que otra limosna. Desde aquel momento la vida de Haüy estaría dedicada de lleno a la educación y a la reinserción social de las personas con discapacidad visual.
El encuentro en 1784 con la compositora y pianista Maria Theresia von Paradis, ciega desde los dos años de edad como consecuencia de la viruela, quien había aprendido por sí misma a leer textos y música palpando unos alfileres clavados en almohadones, reforzó aún más las ilusiones de Haüy.
Animado por los trabajos que el sacerdote jansenista Charles Michel de lÉpée, el Abad de lÉpée (1712-1789), estaba realizando en pro de los sordomudos, entre ellos un sistema de comunicación manual, Haüy fundó en 1786 el Instituto de los Niños Ciegos, la primera escuela para la instrucción y colocación laboral de personas ciegas, tras haber diseñado un método de escritura para ser descifrado con el tacto. Se trataba de un proceso de impresión de tipos de gran tamaño, en relieve y con tinta negra, sobre cartulina húmeda; aquellas letras y cifras podían ser leídas con los dedos. Con textos así preparados numerosos alumnos ciegos aprendieron a leer, conocieron las normas básicas de la ortografía, pudieron escribir y llegaron a manejarse con las cuatro operaciones aritméticas fundamentales. Presentó los resultados de su trabajo ante el rey Luis XVI; éste le nombró profesor y más tarde su secretario particular.
Durante la Revolución Francesa, Haüy fue destituido como director de su Instituto, éste pasó a manos del estado y se llamó Instituto de los Trabajadores Ciegos. Entonces fundó el Museo de los Ciegos, una especie de escuela privada para alumnos extranjeros.
En 1806, llamado a Rusia por el zar Alejandro I Pavlovich (1777-1825), creó una escuela para alumnos ciegos en San Petersburgo de la que fue director durante once años.
Volvió a París en 1817 y sólo hasta un tiempo próximo a su muerte no fue autorizado a entrar en la casa que él había fundado; entonces se llamaba Institución Real de los Jóvenes Ciegos y en su sede se organizó un solemne acto en honor de Haüy en agosto de 1821.
El 19 de marzo de 1822 murió en una de las habitaciones del antiguo museo, compartida con su hermano mayor René-Just, abad y famoso químico y mineralogista.
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